sábado, 17 de septiembre de 2016

¿Por qué callan los antitaurinos ante la violencia brutal contra los corderos? Con los musulmanes, los farsantes no se atreven.



¿Por qué callan los antitaurinos ante la violencia brutal contra los corderos? Con los musulmanes, los farsantes no se atreven.


En la imagen, matanza de corderos sin ningún tipo de control en un solar privado.

Lo bueno del proyecto mundialista es que resulta tan previsible como pueden comprobar casi a diario los lectores de este medio. La defensa de determinados ‘valores’ con la mascarada del animalismo, el feminismo, el ecologismo o el antirracismo, entre otros, se contradice luego con su elocuente indiferencia cuando esos mismos ‘valores’ son salvajemente atacados por los miembros de las comunidades islámicas.


¿Por qué callan los antitaurinos ante la violencia brutal contra los corderos? Con los musulmanes, los farsantes no se atreven.

Lo bueno del proyecto mundialista es que resulta tan previsible como pueden comprobar casi a diario los lectores de este medio. La defensa de determinados ‘valores’ con la mascarada del animalismo, el feminismo, el ecologismo o el antirracismo, entre otros, se contradice luego con su elocuente indiferencia cuando esos mismos ‘valores’ son salvajemente atacados por los miembros de las comunidades islámicas. Ya se sabe que el mundialismo tiene entre ceja y ceja la desintegración de las identidades nacionales y la reducción demográfica de las poblaciones autóctonas europeas. La utilización de colectivos como el de los antitaurinos responde a esa estrategia aniquiladora. Las contradicciones en las que incurren merecen ser enumeradas.

El pasado sábado, miles de personas invadieron el sábado las calles de Madrid para reclamar la “abolición de la tauromaquia”, tras haber logrado la prohibición de una célebre fiesta, el Toro de la Vega, que termina con la muerte del toro abatido con lanzas.

Antitaurinos en uno de sus habituales ‘numeritos’. 
Con el islam no se atreven.

Numerosos manifestantes llevaban pancartas con lemas como “el torear, escuela de crueldad” o “corrida, vergüenza nacional”. Ya conocen los lectores el alborozo con el que los miembros de este colectivo respondieron en las redes sociales a la trágica muerte del torero Víctor Barrio en el coso taurino de Teruel, el pasado mes de julio.

Antitaurinos con estética ‘perrofláutica’ protestan contra la tradición del toro de la Vega.

Hoy mismo, un grupo de animalistas se han enfrentado a vecinos de la localidad vallisoletana de de Tordesillas en los prolegómenos del Toro de la Peña en Tordesillas. Este festejo se ha celebrado por primera vez en la localidad vallisoletana en sustitución del Toro de la Vega, tras prohibir la Junta de Castilla y León la muerte de animales en público en festejos populares.

Pasadas las 9 horas, una decena de activistas contrarios al torneo ha cruzado insultos con aficionados y vecinos del pueblo que estaban a la salida del puente, cogiendo sitio y esperando para ver el festejo. Los dos grupos se han increpado y han intercambiado golpes, ante lo que han tenido que intervenir el jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Valladolid, el coronel Juan Miguel Recio, y el subdelegado del Gobierno en esta provincia, Luis Antonio Gómez. Ambos han mediado y el subdelegado ha resultado zarandeado.

AD ya se preguntó hace unas semanas por qué los animalistas españoles lanzan siempre sus dardos envenenados contra los aficionados de la fiesta brava y no, por ejemplo, contra los promotores y participantes de las peleas de gallos. Se trata de un espectáculo sangriento en el que los gallos son colocados en un ring y son obligados a pelear a muerte para la “diversión” de los espectadores. Pese a ser ilegal en muchos países, en España se celebran cada año en medio de grandes apuestas.

Los gallos nacen, son criados y entrenados para pelear en “granjas de juego”. Los criadores (también llamados “galleros”) matan a las aves que creen inferiores, conservando solo aquellas aves que tienen “juego”—el deseo de pelear. Muchas de estas aves pasan la mayor parte de sus vidas atadas de una pata en una vivienda inadecuada, ya sea en un cilindro de plástico o en una pequeña jaula de alambre. Los criadores “acondicionan” a las aves para pelear a través de trabajo físico, lo que incluye el atar pesas a las patas de los gallos, y “peleas de práctica” con otros gallos.


Pelea de gallos

Los criadores a menudo arrancan las plumas y mutilan las crestas y barbillas de los gallos (la carne sobre sus cabezas y debajo de sus picos) con tijeras para prevenir que otros gallos se los arranquen dentro del ring. Debido a que los gallos no tienen glándulas sudoríparas, el perder estas partes del cuerpo los priva de la capacidad de enfriarse. Algunos “galleros” cortan los espolones de las aves, que son las protuberancias naturales de sus huesos en sus piernas, y así armas artificiales más mortales puedan ser atadas a sus piernas.

Generalmente las peleas de gallo se realizan en recintos redondos o cuadrados llamados “galleras”. Son lugares absolutamente sórdidos, inundados de un vocerío ensordecedor. Con las plumas del cuello encrespadas y las alas revoloteando, las aves saltan y se esquivan unas a otras. Se patean y combaten en el aire, golpeándose entre ellas con las patas y el pico”.

Si la pelea disminuye, los galleros recogen las aves y las golpean en la espalda, le dan un estirón a sus picos, o las colocan pico a pico en un intento de “avivar el frenesí”. Las aves son, a continuación, regresadas a la gallera, y la lucha no termina hasta que un gallo muere o queda moribundo. Las aves “perdedoras” a menudo son desechadas en un barril o bote de basura cerca del ruedo, incluso cuando aún están vivas.

Además de la crueldad contra los animales, las peleas de gallos se relacionan a menudo con otros delitos, como apuestas ilegales, venta o uso de drogas, e incluso asesinato. Entre los incidentes conocidos este mismo año destaca el del pasado 4 de junio, cuando cuatro personas resultaron heridas de bala (una de ellas de gravedad), en la localidad granadina de Villanueva Mesía, en un tiroteo protagonizado por miembros de dos familias que, presuntamente, asistían a una pelea de gallos ilegal.

Es sabido que esta práctica sangrienta es cultivada y promovida sobre todo por personas de etnia gitana. ¿Será acaso esta circunstancia, o la constatación de que esa gente no reaccionaría con la candidez de un aficionado a los toros, por la que no hay datada ninguna protesta de los animalistas contra las peleas de gallos?

Otro tanto ha ocurrido estos días a cuenta del silencio de los farsantes animalistas con la celebración musulmana del Aid El Kebir, más conocido como Celebración del Sacrificio o Fiesta del Cordero. Se calcula que alrededor de un millón de corderos han sido degollados en España. Característica de esta fiesta es la violencia brutal hacia los animales. Desde el momento de la carga, donde se puede ver a los operarios pisando la cabeza de los corderos, o dándoles patadas para moverlos, hasta la matanza en sí misma, donde el horror es indescriptible. Corderos completamente aterrorizados intentando escapar de los matarifes, agonizando durante minutos cubiertos de su propia sangre. También se han visto operarios insertando un compresor en las patas a los animales para separar la piel estando aún vivos, esto causa un dolor terrible.

La Fiesta del Sacrificio, también conocida como “La Fiesta del Cordero” es la mayor festividad del Islam, y en ella los musulmanes de todo el mundo hacen una ofrenda de un sacrificio animal. Es en referencia al pasaje del Corán en el que Abraham estuvo dispuesto a matar a su hijo como muestra de su lealtad a Dios, y justo cuando estaba dispuesto a degollarlo apareció éste y lo detuvo. En agradecimiento Abraham mató a un cordero. La brutalidad de la matanza es tal que pueden verse en internet algunas calles de Melilla teñidas literalmente de sangre.

Una imagen que los antitaurinos no denunciarán nunca.

Como no es necesario aclarar, los antitaurinos han permanecido un año más ciegos y mudos ante estas salvajes matanzas. La determinación con la que defienden los “derechos” del toro se desvanece en el caso de Aid El Kebir. Los animalistas, fieles al amo que ordena y paga, consideran legítimo e incuestionable el degollamiento a cuchillo de millones de corderos en todo el mundo… a condición eso sí de que miren a la Meca.

Existen innumerables informes que acreditan cómo los participantes en estos rituales no suelen tener documentos que acrediten la procedencia del ganado ni cuentan con la presencia de un veterinario, tal y como estipula la normativa.

Grupos de ellos convierten los pisos, patios interiores, solares privados y terrenos públicos en mataderos improvisados donde llevan a cabo la matanza del cordero sin ningún tipo de control.

Nada de esto parece importar a los antitaurinos españoles, al servicio permanente de una hiper-casta mundialista, cuyos contornos se dibujan con mayor nitidez a medida que pasa el tiempo. Nada mas perverso y eficaz que apelar a los sentimientos nobles o valores éticos del ser humano insertos en la conciencia social de un pueblo o una nación con el fin de utilizarlos y manipularlos en detrimento del conjunto de intereses a los que éste representa. Eso es lo que vienen haciendo las entidades promotoras del nuevo orden. Los antitaurinos forman parte del núcleo central de la maraña de organizaciones que trabajan sin descanso contra la identidad de los pueblos europeos y en favor de la progresiva islamización de nuestros países. Por eso braman contra la Fiesta Nacional y callan miserablemente ante las matanzas rituales de corderos.
 

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